Lo obsceno en la pareja

En “Lo obsceno en psicoanálisis de pareja”, compilado  de Barros de Mendilaharzu, Eksztain, Inda, Moscona y Makintach,   se levanta el telón y encontramos lo siguiente:

Lo obsceno , del latín obscenus, indecente, en el ámbito teatral remite a situaciones que deben estar “fuera de la escena”. Se trata de relatos o interacciones de extrema crueldad y/o sexualidad exhibidas que, si bien son importantes en la trama, no deben ser mostradas; es el espectador el que debería inferirlas. Estaría relacionado con un velo que falta y, por ende, con un exceso de mostración.

“Lo obsceno, en cambio asociado al erotismo, puede constituirse en un ingrediente necesario e inevitable del deseo, de la vida erótica, y en un instrumento eficaz de desacralización del consagrado. Para esto se vale del recurso de la belleza y la sublimación.”(Saude,S.2012)”

“Lo obsceno que oculta mostrando se enquista en el vínculo amoroso como la búsqueda de “llenar lo imposible buscando la completud… el hacer de dos Uno, que produce vincularidades diversas con sus padeceres.” “La  diversidad de padeceres pone en evidencia un rasgo caracterísitico del vínculo de pareja que es llenar lo imposible buscando la completud.”

“…en la actualidad alguien o algo no existe en tanto se muestra y es así como el privilegio de la mirada es apabullante”.

Sibilia habla de espectáculos cada vez más estridentes. Lo denomina “el show del yo”, el cual es promovido por la sociedad del espectáculo, verdadero festival de vidas privadas en la que sólo es  lo que se ve.

La manifestación del autoexhibicionismo y el porno-soft abarca desde las amas de casa y madres de familia hasta jóvenes de todos los estilos, géneros sexuales y procedencias. Las webcams permiten ver en vivo y en directo lo que ocurre en la intimidad. Todos son escenarios que se prestan para que la mirada traspase el umbral de lo privado.

“Los nuevos amantes calcan su propio deseo y su amor sobre las propuestas de la prensa amarilla y los filmes pornográficos. Para sentir que existen, deben pasar por la mirada del Otro, bajo peligro de desaparecer ante sus propios ojos. Escindidos de ellos mismos por el reflejo que ofrecen, ilusoriamente intentan reencontrarse en ese, su primer espejo: los ojos maternos. Se parecen a los bebés que encuentran su primer espejo en los ojos de la madre.

“El deseo de ser mirado se transforma en una necesidad fundamental para constatar la propia existencia.”

“Lo obsceno es un intento de armar un Ser allí donde algo debe quedar agujereado, se exhibe, se muestra. Al dar consistencia a la levedad del ser, el exhibicionismo, sabemos, es un intento de sortear la castración”. “… la exhibición de lo más escabroso, lo más escatológico y toda forma de sexualidad no sólo no se controla, sino que además adquiere un cierto valor en términos de sinceramiento, de que es mejor saber que ocultar, y en que las perversiones se confunden con “la verdad sin tapujos”.

“Lo obsceno de lo que quiera que sea no está en la cosa en cuestión, sino en el sujeto actor, en el sujeto receptor o en ambos a la vez…Es un modo de relación”.

No hay obscenidad sin goce avasallador de los sentidos que la despierte. Lo obsceno es en relación a Otro, con otro y en un contexto. Tanto lo fuera de escena como la transformación de lo privado en público.

Makintach dice: “La vida en pareja implica una paradoja: estar juntos y separados; conlleva considerar que aquello que impide y se interpone es al mismo tiempo lo que impulsa el acercamiento entre uno y otro de la pareja. En todo vínculo hay una disarmonía constituyente, un vacío, un real que se sustrae a la posibilidad de inscripción, un real del que estamos exiliados”.

Acotando lo que debe ser visto o dicho para civilizar el deseo surge el afán de decir y ver más allá.

Es característico del vínculo de pareja intentar llenar lo imposible buscando completud. Esta pasión por cubrir el hiato, por hacer de dos Uno produce vincularidades diversas con sus padeceres. “Persuadiendo al otro de que tiene lo que puede completarnos nos aseguramos precisamente de que podremos seguir ignorando qué nos falta”. ( Lacan, 1964)

Desde Freud, lo obsceno  es algo destinado a mostrar la desnudez. Supone que los chistes “verdes” no han sido suficientemente investigados debido a la repugnancia que produce su indagación.  Los toma como la punta de análisis de la sublimación de lo obsceno. Además lo asocia a las teorías sexuales infantiles, a la cloaca donde lo sexual y lo excrementicio se confunden .

La clínica psicoanalítica con parejas es un terreno propicio de presentación de lo obsceno.

A veces, los insultos, maltratos verbales cruzados o unidireccionales, hasta gestos, miradas de desprecio y búsqueda de complicidad  con el analista son convocatorias, pasibles de simbolización o, en su defecto, de corte, como acto analítico.

Lo obsceno apela  a la dimensión perverso-polimorfa y frecuentemente intenta encontrar la participación de otro para dañar y excluir a un tercero. El cómplice buscado podrá ser tanto el analista como su pareja.

Lacan nos recuerda que “el analista tiene  que pagar con su persona para sostener su lugar y su deseo”.

Hay un querer saber, querer mostrar, querer ver-mirar lo imposible: la muerte y la sexualidad, con la pretensión de dominarlas. Lo obsceno trata de dominar la castración en ese todo mostrar o decir, fallido siempre. La represión es un recurso neurótico que conllevará inhibición, síntoma y angustia, mientras que la desmentida será una estrategia para renegar la castración, muchas veces con el intento de producir angustia en el otro.

Podríamos decir que allí donde falta un significante para la muerte y la sexualidad-nudo freudiano- asoma lo obsceno.

Braudillard en “Las estrategias fatales” dice  que lo obsceno es lo más visible que lo visible, diciendo: “La obscenidad es la proximidad absoluta de la cosa vista, el hundimiento de la mirada en la pantalla de la visión: hipervisión en primer plano, dimensión sin retroceso, promiscuidad total de la mirada con lo que se ve”.

Lo obsceno pretende que la distancia entre la representación y lo representado no exista. Lo que muestra lo obsceno es que falta velo.

Algunas parejas niegan la opacidad y sostienen la fantasía de transparencia. La representación del otro pretende abarcar el todo del otro, al otro todo. Frases tales como “Lo conozco  como a la palma de mi mano”,  “Se tanto de ella como si la hubiera parido”, ubican este tema en la clínica.

El goce obsceno necesita ser velado… para que aparezca el deseo?

Cuando el goce está unido al deseo, este último une y enlaza. Cuando el goce es parasitario, hace estar en la vida quejándose, incomoda y produce objetalización  del otro.

“El goce es siempre el uno en el otro sin que uno cubra al otro”, nos referimos al acto sexual, al encuentro de los cuerpos en búsqueda de goce, cuando el deseo es de gozar con otro y no de otro.

La relación sexual ha lugar aunque no la hay, los cuerpos se separan y porque se separan pueden juntarse. “… en el vacío entre ambos surja algo…” Relación-separación de los sujetos, es el entre dos, es el vacío. La pulsión sexual ubica un objeto de goce en el lugar vacío. “… un espacio vacío que permita anudar amor, deseo y goce.”

“Cuando los próximos se aproximan, se enlazan en un encuentro-desencuentro sexual, él y ella distinguen un sí mismo del otro y gracias al otro. Distinguiéndose, se excitan, se diferencian, se exceden donde n hay cálculo posible. Descubren e inventan sus zonas erógenas en ese vínculo, en ese acercamiento-alejamiento, en ese juntos y separados. “La belleza del cuerpo que deseo es aquello por medio de lo cual ese cuerpo se gusta también a sí mismo” ( Hume, 1739).”

Una posibilidad de a-propiarse del otro cuando del acto sexual y de sus juegos se trata, es la recurrencia a lo obsceno, que no sería tal si hay un espacio de a-propiamiento conjunto.

Lacan dice en “La función del velo” (1956):

“Sobre el velo se dibuja la imagen. Esta y ninguna otra es la función de una cortina, cualquiera que sea. La cortina cobra su valor, su ser y su consistencia, precisamente porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia.”

El tema del velo, habilita la curiosidad dado que este sugiere e impulsa, posibilitando el ir más allá. Este “más allá” subyace a todo acto creativo, así como también promueve la fantasía y el deseo. En cuanto lo inmostrable es mostrado, su encanto se desvanece. Si la imagen se ofrece carente de glamour de lo erótico, pierde su magia.

El velo como un telón, una pantalla o una cortina habilita la imaginación, la ilusión, la existencia de un sustituto para el objeto faltante. Lo que vela el velo es la falta.

Lo obsceno muestra en formato ostentoso y descarado la falta o falla de ese velo necesario que permita atrapar entre sus tules y madejas el deseo que, evanescente, se escabulle. En estos casos se producen situaciones-frecuentes o inhabituales- que imposibilitan a la pareja el poder operar con las herramientas adecuadas para tejer la que fuera denominada “cadena erótica vincular”.

En cambio el erotismo propicia levantar los velos del pudor a favor del encuentro amoroso en el cual muchas actitudes y palabras que se considerarían obscenas en otro contexto, cobran en esa ocasión un valor excitante.

Epicuro pensaba que el placer erótico es el patrón de las felicidades porque es en el momento erótico donde la vida se revela con mayor fuerza.

Y es que el hombre se siente acosado por el deseo como un lobo.

El erotismo es pulsión velada, es la poesía de la sexualidad. Juntos los paternaires van tejiendo una cadena erótica vincular ( Ekstain, 2002). Los diferentes eslabones de la cadena incluyen una riqueza de componentes (pulsión, placer, displacer, goce, deseo, sublimación…) los cuales encadenan eficazmente. Eros es una potencia que mantiene cautivo.

En el sexo pornográfico que las autoras relacionan con la fragmentación y lo compulsivo, se produce una clausura del espacio transicional… y según lo que venimos describiendo es necesario que algo quede fuera de la mirada para que resulte erótico en la vida de pareja.

“…bello es el objeto al que le es esencial un secreto, un velo” ( Benjamín,W.)

Los velos no solamente habilitan el mundo deseante y el erotismo, son también una forma del límite entre lo íntimo, lo privado y lo público.

Enlazando con el capítulo 2 y 3 en los cuales Esther Perel  y Clara Coria describen los fantasmas que se esconden tras los deseos masculinos y femeninos, Juan Carlos Volnovich en “Ir de putas” sostiene que la presencia de dinero es fundamental porque el pago garantiza que el deseo de la mujer esté siempre en suspenso. Si el amor por la madre es incondicional y único, la puta como objeto erótico subrogado ocupará un lugar antitético que se caracteriza por ser múltiple, condicionado y evanescente. Dice el autor: “Pautado por horario, lugar y precio, el rendez vous con el cuerpo de una mujer vivido como peligroso, sirve de pretexto para el despliegue de una escena ritualizada, simulacro de un encuentro sexual, parodia de una relación pasional, en que todo está puesto al servicio de la dominación, la denigración femenina y, por lo tanto, de la humillación masculina. Con estas mujeres se ilusiona con que no fracasa y a su vez conjura las fantasías de castración e impotencia.

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