La amenaza de lo diferente

Reseña académica de: “El discurso cinematográfico como semiótica de la subjetividad: una escena de Fassbinder” (2012) de María Celia Labandeira

Estoy muriendo, porque alguien ha creado un silencio para mí
Alejandra Pizarnik

En “El discurso cinematográfico como semiótica de la subjetividad: una escena de Fassbinder”, Maria Celia Labandeira, seleccionando una serie de aportes teórico conceptuales en línea con el post estructuralismo, busca abordar la eficacia significante del cine para reflexionar sobre el carácter trágico de la subjetividad. En este sentido, elije una escena particular de la película “Un año con trece lunas” del cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder, para iniciar una deconstrucción de los sentidos del propio discurso cinematográfico, dialogando los mismos con la teoría de género que plantea Judit Butler en su interpretación de Foucault. El film está situado en Alemania en el año 1978, y tal como parece proponer su título, haciendo referencia a “el Año de la Luna” del que se dice que si resulta ser a la vez un año con trece lunas nuevas, ciertas personas sensibles pueden sufrir grandes catástrofes personales y depresiones, tiene inscripta la tragedia en cada uno de sus fotogramas. En la escena seleccionada, la protagonista, Elvira/Erwin, un transexual que está viviendo sus últimos días de vida, se encuentra frente a un espejo intentando cambiar su aspecto para recuperar su anterior identidad masculina.

Labandeira, resulta muy clara en su intención de analizar el potencial significante del discurso, más allá de las intenciones propias del director de la película, y de las interpretaciones posibles que surgen a partir de las referencias autobiográficas. Es por esto que al iniciar su trabajo, toma el aporte de Metz respecto de la diferencia entre enunciado, como el propio discurso, y el proceso de enunciación, como un fenómeno externo y metadiscursivo que escapa a una referencialidad y a un sujeto empírico. Así, al iniciar la reflexión, la autora nos invita eficazmente a dejar de lado las interpretaciones autobiográficas, y dar lugar a que nuestra propia subjetividad sea interpelada por el dispositivo semiótico del film.

            El sujeto como entidad idéntica a sí misma ya no existe

El análisis teórico conceptual que elije María Celia Labandeira para reflexionar sobre el carácter trágico de la subjetividad, se encuentra inscripto en las posibles articulaciones que se dan entre las teorías post-estructuralistas y la teoría feminista. Así, haciendo uso de la teoría de Judit Butler y la lectura que la misma hace de Foucault,  propone pensar la sexualidad como un dispositivo de poder generizado que produce una sexualidad particular a partir de la repetición de actos normalizadores y que, a su vez, conforma la exterioridad de esa sexualidad en zonas abyectas, puntos ciegos o lo que Butler llama lo “forcluido”.

A partir de aquí es que la escena de Fassbinder toma su potencial significante, ya que lo que nos muestra en ese instante en el que Elvira frente al espejo busca volver a ser Erwin, es justamente la imposibilidad de lograrlo. Es la imposibilidad de volver a una identidad “originaria”, la que nos expone el carácter trágico de la subjetividad de Elvira y de la nuestra, ya que queda expuesto el carácter ficticio e ilusorio de nuestra identidad génerica, sólo real en tanto es actuada y regulada por la repetición de actos normativos, recordándonos así que nuestra identidad sexual es construida y no está dada por naturaleza. La búsqueda de una identidad esencial que nos otorgue alguna verdad respecto de quiénes somos, que nos provea una seguridad ontológica, es la búsqueda de Elvira/Erwin, quien frente a la imposibilidad de verse representada dentro de alguno de los dos polos que ofrece el sistema binario hombre/mujer,  queda enfrentada directamente a la imposibilidad de ser.

La formación de un sujeto requiere entonces una férrea regulación de prácticas de identificación con el ideal normativo del sexo que se traducen en la promoción no sólo de las identificaciones sexuales permitidas sino también de las repudiadas y prohibidas. De este modo, al mismo tiempo que el sujeto se identifica con el imperativo heterosexual, rechaza a todos aquellos otros sexos abyectos que amenazan su normalidad” (Labandeira, M.C. 92:2012)

Es justamente en esta amenaza de lo abyecto, en la que radica la posibilidad de ampliar el universo de inteligibilidad social, poniendo en crisis el proceso de generización hegemónico y permitiendo la materialización de configuraciones corporales alternativas, justamente lo que no logra Elvira, ya que termina suicidándose. De este modo es que Judith Butler le da potencial productivo al poder incluso donde parece ser pura represión. Así, Elvira existe en una zona de abyección, ni varón-ni mujer, en un vacío existencial en el que parece no tener representación posible y donde claramente no tiene legitimación social. Esto se expone claramente en el film, en el que es constantemente rechazada por los distintos personajes que la rodean.

La deconstrucción infinita

Dentro de la articulación teórica que propone Labandeira toma cierta relevancia la definición que hace Jacques Derrida de la proyección cinematográfica como una experiencia psicoanalítica, en que el propio espectador, como tercer elemento del proceso de significación se enfrenta en la soledad de cara a los fantasmas. Así, la definición del mismo es puesta en diálogo por la autora con la concepción de Metz en la que el enunciado del director era diferenciado del proceso de enunciación, entendiendo este último como un proceso sígnico externo e inabarcable. Se entiende de este modo, la mirada inicial de Metz como un gesto estructuralista hacia el cine, y la deconstrucción de Derrida como el aporte post estructuralista al mismo. Es entonces, cuando queda definida la intención inicial de Maria Celia Labandeira de proponernos ver nuestra propia tragedia en la tragedia de Elvira. “Elvira nos presenta y actualiza, aunque sólo sea por un momento, enfrentada al espejo, el origen perdido de nuestra propia subjetividad, nuestras propias zonas abyectas y la multiplicidad de lo que acaso podríamos ser” (Labandeira, M.C., 103:2012)

María Celia Labandeira, sin duda logra explotar el potencial significante del film de Fassbinder, invitándonos a ir más allá de las primeras impresiones y de las interpretaciones autobiográficas, toma perspectivas teóricas diversas haciéndolas dialogar con mucha coherencia y permite una lectura de un modo directo con teorías tan complejas como la de Judith Butler. De este modo, a través del análisis de un material complejo, el texto de Labandeira hace un aporte a la compresión de la teoría de Butler, y a una posible aplicación de ésta. Por otro lado, Fassbinder produce un film plausible de ponerse en diálogo con desarrollos sumamente posteriores a la misma, dejando imágenes plagadas de sentido, e insertas en el estallido del sujeto racional y homogéneo de la modernidad.

El diálogo que plantea Labandeira con la teoría de Butler no resulta ni forzado, ni evidente; logra sin dudas hacernos ver en Elvira el vacío existencial de la protagonista y el propio, y dejarnos de este modo con la ineludible tarea de cuestionar nuestra propia subjetividad en la diferencia constitutiva de lo que somos y de lo que potencialmente podríamos ser.

Lic. Candelaria Rueda

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