Fantasmas homosexuales en la pareja

José Milmaniene en “Extrañas Parejas”dice “Los psicoanalistas debemos estar atentos a “quien habla” detrás de lo que se dice, siendo claro que cuando nos hallamos con un estilo que no se corresponde con el sexo real del sujeto, la patología se ha instalado. Frecuentemente la homosexualidad reprimida se contenta sólo con el goce estilístico  que procura expresarse al modo del otro sexo, si bien en muchas ocasiones la elección del estilo delata la verdad actuada de la identidad sexual trastocada. Se entiende, pues, la causa de determinadas preferencias estilístico-laborales de algunos sujetos.”

Ciertos “feminismos” se configuran como la contracara especular del “machismo”, dado que ambas posturas intentan negar las diferencias, en tanto que de un lado o del otro, la estrategia consiste en crear un mundo falocéntrico, recusándose en cualquier caso la alteridad radical de lo femenino.

En general las parejas que suelen funcionar adecuadamente son aquellas en las la mujer a la vez que acepta su lugar femenino, puede canalizar logradamente sus corrientes fálicas; así como el hombre que se halla bien situado virilmente puede desplegar sus componentes femeninos sin pasivizarse. Se entiende que en tal caso cada uno favorece el despliegue de las corrrientes libidinales del Otro, a resguardo del resentimiento y la envidia, dado que ambos tienen elaborados sus aspectos homosexuales.

Las parejas suelen fracasar cuando sus integrantes no tienen resueltas sus fuertes tendencias homosexuales, lo que determina el intento de someter envidiosamente al Otro, en tanto el hombre no tolera lo femenino de ella o la mujer no tolera lo masculino de él. En estos casos la mujer no soporta por rivalidad  los logros fálicos del hombre y el hombre ataca el goce pasivo femenino de ella. No se trata obviamente en estos casos de un problema comunicacional- tal como lo plantean ciertas  corrientes conductistas-, sino de la exacerbación de los componentes homosexuales de ambos, es decir del falicismo de ella  (envidia del pene), y de la posición pasiva masoquista frente al padre por parte de él. La paradoja reside en que cuanto más fálico se  plantea él, más se lo ataca y se lo castra, y cuanto más goza ella desde su feminidad más  se intenta privarla del goce, en un ciclo de enfermedad creciente que suele terminar en la separación liberadora o en la destrucción recíproca de no mediar un cambio subjetivo por parte de ambos.

Sin embargo desde el punto de vista manifiesto cada cual le reclama al otro su  incapacidad para sumir con entereza y dignidad los emblemas de su sexo: doble movimiento simultáneo, pues de apropiación del poder fálico y castración del Otro a la vez que formulación  del reclamo porque que éste no ocupa el “buen” lugar.

Se puede entender entonces,  la causa de los frecuentes extravíos que acaecen en la pareja cuando cada uno habla desde “otro” lugar que el que le impone su propio sexo.

Milmaniene  comparte  la siguiente viñeta:

“Un joven paciente de 27 años me expresaba en su análisis que la hipótesis de homosexualidad reprimida que yo interpretaba como tendencia que hacía obstáculo al encuentro estable con una mujer, era inconsistente, dado que él jamás había vivido desde los 15 años sin dejar de mantener continuamente alguna relación heterosexual. La presencia constante de la mujer en su vida, sin períodos de soledad, hablaba justamente de lo contrario: la compulsión a estar siempre acompañado de alguna novia o compañera era una fuerte defensa contra la amenaza de una soledad que implicaba obviamente el riesgo de la homosexualidad. Prefería relaciones inestables, breves y conflictivas con las mujeres, que generaban la apariencia de una sexualidad fálica, a una soledad existencial que lo inundaba de fantasías y temores homosexuales inconscientes.

La compulsión a estar siempre en pareja- sin ningún momento  intervalo libre y sin lograr afirmarse en una relación satisfactoria con algún  grado de permanencia- suele ser la marca inequívoca de una sexualidad endeble, que en su exceso delata el déficit que intenta disimular.

Milmaniene, tomando como fuente la relación que hizo Freud entre celos y homosexualidad explica:

“En la concreción del engaño  la infidelidad el tercero es “elegido” de modo tal que se trata de alguien que se sitúa en el orden del deseo del paternaire. Generalmente se engaña con alguien que podría ser deseado por el engañado, dado que sólo así se puede cerrar el triángulo, al configurarse una circularidad de deseos en la cual uno apetece al Otro del Otro.

A través de los frecuentes triángulos se canalizan las fuertes tendencias homosexuales reprimidas, a la vez : “de que el hombre busca lo que hay de hombre en la mujer, y la mujer lo que hay de mujer en el hombre”. Deleuze describe así el goce que preside  toda relación celotípica, dado que en ella se persigue el núcleo opaco del “otro” sexo que se disimula detrás del semblante exagerado  del sexo manifiesto del paternaire.

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